Padre JUAN BAUTISTA MALÉZIEUX

En el seminario de Popayán, nuestra primera casa, los antiguos alumnos inauguraron dos óleos - solo dos - de sus primeros formadores: Gustavo Foing, primer Rector, y Juan Bautista Malézieux. ¿Qué tuvo de especial la figura de este último para merecer tal honor? Esta nota probablemente lo hará adivinar.

El P. Malézieux nació en Nauroy Saint Quintín (Aisne, en Francia), el 20 de mayo de 1845 y entró a la Congregación a los 20 años de edad. Recién ordenado sacerdote fue enviado a Colombia y llegó a Popayán el 2 de octubre de 1871, como quien dice para el segundo año de labores. En enero de 1875 fue enviado a dirigir el seminario de Pasto. Muy bien había comenzado a marchar esta obra cuando la persecución de Contó lo hizo salir desterrado en 1876. Por Guayaquil se dirigió a Costa Rica.

El P. Malézieux regresó a Popayán, pasada la persecución, el 29 de agosto de 1885; allí se radicó como formador ante la no reapertura del seminario de Pasto. Desde 1886 fue prácticamente rector y se distinguió como educador nato y profesor insigne sobre todo en las llamadas humanidades. En 1889 fue enviado como rector al seminario menor de Quito y reemplazó provisionalmente al Visitador del Ecuador. Fue allá donde murió un poco sorpresivamente el 16 de noviembre de 1910, a los 65 años de edad.

El aprecio que de él tuvieron sus discípulos en Popayán explica el busto al que se alude arriba y que fue inaugurado el 6 de abril de 1921 con ocasión de celebrarse los 50 años de nuestra presencia vicentina en Popayán. Ese aprecio se halla regiamente ilustrado en la pluma clásica del maestro Guillermo Valencia, el mismo que también le dedicó un poema; de su discurso que vibró ese día se extraen los siguientes párrafos.

"El hombre cuya imagen decora y ennoblece estos muros, fue sencillamente un grande hombre por la excelsa pluralidad de sus atributos. Cinco afios viví a su lado en íntima comunicación con su alma noble, cristiana y austera, y no voló minuto sin que de ella saliese una sabia enseñanza o un admirable ejemplo. Su larga pericia pedagógica le permitía bucear en nuestras almas diáfanas, sorprender en ellas los dañinos brotes que debían extirparse y los renuevos dignos de paciente cultivo. El apreciaba la franqueza, amaba la sinceridad, glorificaba el carácter entero, humillaba la hipocresía y defendía a los urgidos de su sapiente dirección... Cuando sentía su obra asegurada, confiaba a otros la labor de pulirla; pero la huella de su pulgar plasmante mostraba para siempre su sello inconfundible"...

"Era docto al par que agradable; amaba y cultivaba las humanas letras como el medio más grato de ennoblecer el alma. Gozaba de la buena literatura que él se esforzaba por comunicar a sus discípulos. Cuántos, entre éstos, podríamos decir que por su influjo y diligencia en doctrinarnos, le somos deudores de nuestra vocación literaria"...

"Con ser muy alto en letras, su mayor grandeza radica, a nuestro ver, en la robustez de su espíritu... Buscaba, como el cura de Ars, el reinado de las maravillas por las sendas humildes de la sencillez cristiana a cuyo extremo se abre el mundo del milagro.... Y como paradigma de su vida religiosa, se compenetró con el espíritu del extrahumano fundador de la Congregación de la Misión, San Vicente de Paúl. Gustaba como éste de laborar entre dificultades, de edificar para la eternidad con materiales de apariencia opaca".

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