JOSE NARANJO ECHEVERRY


Nació en Santa Rosa de Cabal en 1894.
Ordenación sacerdotal en 1921.
Profesor de los Seminarios de Popayán y Tunja. Profeso del Seminario Mayor Vicentino.
RECTORIA    1950  - 1951
Ultimo Rector Vicentino.
Literato, poeta, historiador.    Desde joven se dedicó: cultivo de las letras, en las que sobresalió con más.
Sacerdote íntegro de pulcritud proverbial.    Pasó su en los Seminarios y en la investigación.
Nonagenario vive en Cali, y a él le debemos los datos: hemos podido transcribir para Uds.

ALFONSO MARIA TAMAYO:

Rector de 1962 a 1963. Nació en Aranzazu (Caldas) el 17 de octubre de 1922. Terminados en la Apostólica los estudios humanísticos, entró en la Congregación el 23 de agosto de 1942. Ungido sacerdote en Popayán por su pariente, excelentísimo Diego María Gómez Tamayo, amenté con Francisco Vargas c. m. el 13 de febrero de 1949.

Inteligente y estudioso, preparado para cátedras de mayor. Aficionado a las disciplinas sicológicas. Competente director espiritual. Fue rector de los seminarios de Garzón y de Ibagué.

En este último, desde la primera mitad de 1960, la salud del padre Tamayo se resintió notablemente. Las clases, principalmente las del mayor, sumadas a las preocupaciones de su cargo, lo cansaron sobre manera. Así que, no hubo sino prescindir de las unas y de las otras. Y se fue para Tierradentro, en donde discurrió hasta julio de 1961.

Por ese tiempo ya pudo desempeñar en la Apostólica los oficios de asistente y de director espiritual, y asignaturas de latín y filosofía.

El 10 de enero de 1962, al partir para Cali el padre Cecilio Arboleda, Tamayo asumió la dirección de la Apostólica, para la cual, con fecha 2 de ese mismo mes el General le había expedido la patente de superior. Cargo del que irónicamente lo posesionó el propio Visitador el 8 de marzo en el acto de abrir la visita de la Comunidad.

Muy celoso el padre Tamayo por la formación espiritual y vicentina de los apostólicos. De palabra fácil y oportuna.

Mas no bien se emprendían los cursos de 1963 cuando el padre se volvió sentir cansado. De hecho la responsabilidad de la Apostólica siguió pesando sobre las espaldas del asistente, padre Abel Nieto. De Garzón, para director espiritual y para tomar algunas clases, vino a la Apostólica el padre Alberga Rubio. Y Tamayo se trasladó a la Capital a ponerse en manos de un especialista.

Padre Nicasio Buitrago

Nació el 12 de mayo de 1897 en Santa Rosa de Cabal. Nieto de don Emigdio Buitrago, que fue uno de los fundadores de dicha población. Su padre, del mismo nombre, a quien todo mundo le decía don Nicasito, casó dos veces. Del primer matrimonio fue el padre José Ramón Buitrago Duran, muchos años vicario general del ilustrísimo Gregorio Nacianceno Hoyos, primer obispo de Manizales. Del segundo, con señora Orozco, vino a ser nuestro cohermano, como también Francisco, menor, asimismo sacerdote, largo tiempo párroco de Chinchiná (antes San Francisco), el cual acabó en Manizales. También, entre otros hermanos, tuvo una que entró a la comunidad de las vicentinas. Como se ve, árbol robusto el de los Buitragos, que dio no pocos retoños a la Iglesia. Primos de Nicasio, hijos de don Justo Pastor, tres sacerdotes vicentinos: uno, como su padre, Justo Pastor Buitrago, catedrático de ciencias eclesiásticas, dueño de refinado gusto que se manifestaba en los primores de la caligrafía, y Roberto y Carlos, más tres hermanas vicentinas, de las que sobrevive Sor Julia. Igualmente para el altar dos sobrinos del mismo apellido. 

Recién fundada la Apostólica, su primer rector, padre Juan Floro Bret, conoció al jovencito Nicasio al lado de su padre, a quien ayudaba en su taller de carpintero. Y observándolo listo, de prendas apreciables, le propuso entrara en su establecimiento. Vencidas algunas dificultades, principalmente pecuniarias, la llamada del Señor tuvo respuesta favorable.

El comportamiento del apostólico le mereció pronto la consagración como hijo de María. Ello fue el 19 de marzo de 1897.

En 1900, juntamente con su condiscípulo Pedro Alejandrino Puyo, vistió sotana, y partió para el Seminario Interno de nuestra Congregación en Cali. El 19 de marzo de 1902, con los votos, se consagró definitivamente a Dios.

Como por fines de 1901 se habían encaminado a Dax (Francia) los estudiantes Martín Amaya, Luis María Castillo y José Trullo, quedaron solos en calidad de escolásticos Nicasio y Puyo. Cosa que influyó en aquél: se cansó de la cabeza, y aunque tan calmado y dueño de sí, se le excitaron los nervios. Lo que agravado por otras causas, empeoró su situación. Y no pudo reponerse sino al cabo de unos años.
No concluidos sus estudios, en 1907 el personal de estudiantes y novicios se trasladó a la Apostólica de Santa Rosa.

8 de noviembre de 1908. En Ibagué, de manos del ilustrísimo Ismael Per domo, con otros dos vicentinos, su primo ya nombrado y Víctor Cabal, recibe la unción sacerdotal. Y con Justo Pastor prosigue para el seminario de Tunja, destino que la Obediencia les señala.
El natural jovial, efusivo y festivo de Nicasio, lo mismo que sus habilidades de pintor, escultor y otras, al punto le gran¬jean la estimación y cariño mayormente de los alumnos.

Declinando el 1913 pasó a la casa de Cali. Y con el padre vicentino Víctor Delsart misiona en varias poblaciones del Valle Su celo apostólico y la corrección y elegancia digna y sencilla de sus sermones le ganan los oyentes. Sépase que Nicasio nunca predicó, y predicó mucho, sin haber escrito y pulido y aprendido su discurso. Con ocasión de un solemne Triduo en Po-payán, subían al pulpito distintos oradores sagrados, escogidos. Pues uno fue Nicasio, y se llevó la palma, en decir del Maestro Guillermo Valencia.

Tras de misionar un año en la diócesis de Cali, Nicasio fue colocado en el seminario de Popayán. En 1918 se le envió a Inzá (Tierradentro). Desde entonces allí y en Nátaga se desenvolvió su ministerio apostólico hasta que en 1953 pasó a Cartago. Solamente un año volvió a enseñar, y fue en el mayor de Garzón, primera vez que la comunidad regentó el susodicho seminario (1920-1924): igualmente salió de esos lugares en 1928 para evangelizar con Juan de la Cruz Puyo en el sur del Cauca, y en 29 tornó a Belalcázar; en 38 le tocó en la Apostólica de Santa Rosa, y vuelta a su querencia; y entonces Nátaga volvió a saborear la rica miel. De allí no se despidió basta 1953 para Cartago. En 1947 le tocó solo con Marco Tulio Botero. En 48 llegó otro compañero, Juan Félix Londoño, constituido superior.

Retrocediendo, plácenos verlo cuando era obrero de la viña de Belalcázar utilizando sus disposiciones para la pintura» en el decorado de la Iglesia. Habiendo descubierto en Tierradentro una mina de yeso, fabricó estatuas, sobre todo de la Milagrosa, cuya devoción procuró inculcar. A su taller acudían niños y jovencitos a quienes gustosamente iniciaba. Con una serie de cuadros murales, que llevaba a las misiones y caseríos de los indios, lograba grabar mejor las verdades de la doctrina.

Igual en Nátaga. De cuando en cuando sale a los pueblos del Huila, muy solicitado para las predicaciones de fiestas; recorre con sus cuadros los parajes, tal como en Tierradentro; en el propio Nátaga da retiros, hace catecismos a los escolares, fabrica estatuas, pinta cuadros, dora "medallas, etc.
En sus floridas soñadoras mocedades anheló verbigracia extasiarse ante las maravillas de la mar y las inmensidades oceánicas. Su hermano, el Vicario General, gozosamente puso en sus manos dineros suficientes para viajar a la Ciudad Eterna. Posible que se haya alongado hasta los Santos Lugares. Al tornar, enriquecido con todo lo que observó como él sabía penetrar los portentos de la creación y del arte, su péñola ágil, vestida de gracia, hermana de la poesía, trazó sus remembranzas y nos deleitó con estupendas narraciones y loas. Después, cuantos soles ha pervivido cómo sonríe a la esperanza, que casi ha dado por cumplida, que otro ser de su cepa convertiría en libro primoroso el engendro acariciado. Allá, al traspasar los umbrales eternales, exclamará en la exultación que no hay sino la contemplación del Hacedor.

GUILLERMO KERREMANS

Este eximio y benemérito misionero vino a Colombia por los años de 1921, en compañía de su íntimo amigo el luxemburgués Matías Job, a los pocos meses de haber recibido la ordenación sacerdotal. Juntos, en efecto habían ingresado a la Escuela Apostólica de Wernhoustburg (Holanda); juntos fueron recibidos en el Noviciado en 1912; juntos hicieron sus estudios superiores en Panningen; y juntos se ordenaron en 1921, con el propósito de consagrarse a las misiones del lejano oriente, como ya se lo habían notificado los altos mandos de París.

Pero los designios de Dios fueron otros, y el rumbo de la nave viró hacia las tierras de América, y más concretamente a Colombia en donde prestaron invaluables servicios, y en donde se les estimó en lo que valían y se les quiso con intenso cariño.

El P. Williem Kerremans Van der Krab-ben, como reza el registro de su nacimiento inscrito en la ilustre ciudad de Breda, nació el 15 de enero de 1893 en el seno de un noble hogar formado por D. Federico Kerremans y la señora Catalina Isabel Van der Krabben. Desde niño dio muestras muy notorias de vocación misionera: inteligencia precoz, temperamento reflexivo y serio, una hermosa voz, y una salud envidiable, junto con una exquisita piedad. Sus años de Apostólica en Wernhoustburg lo acreditaron como el mejor alumno, y no menos su noviciado y sus estudios en la casa de formación de Panningen. A nosotros nos tocó en buena hora disfrutar de las primicias de su sacerdocio, y tenerlo en nuestra Provincia por varios lustros hasta su muerte acaecida en Bogotá el 2 noviembre de 1968.

La trayectoria de su vida fue sin altibajos, en todo momento luminosa y cautivante, ya como simple profesor, ora como superior en varios períodos, ya como misionante en las tierras del Huila.
Destinado en 1921 al Seminario de Ibagué, llamó allí poderosamente la atención por su brillante inteligencia, por su asombrosa memoria, y por su sorprendente facilidad para las matemáticas y la música. Como catedrático del Mayor descolló por su dominio absoluto de los Tratados de Dogma, de Derecho y de Moral. Se cuenta de él que recién llegado a Ibagué en 1921, a pocos meses de su ordenación, los escrúpulos innatos del Obispo Ismael Perdomo desconfiaron de la preparación del "nuevo profesorcillo holandés", y se le sometió naturalmente a un "examen sinodal para facultades", en forma intempestiva; llamado un buen día de improviso mientras hacía la vigilancia de los alumnos en recreo, sereno, sin inmutarse, tomó su sombrero y se encaminó a la Curia para rendir "su examen sinodal".

Ya podemos suponernos el resultado ante ese "tribunal" de los Suárez Saavedras, los Rodríguez y los Chinchillas!
Item más, con relación a su afición al canto y a la música, recuerdan algunos que con edificante humildad se matriculó en clase de solfeo, con tal provecho que al fin del curso estuvo en condiciones de reemplazar al profesor y, aún más, de preparar las partituras para una misa polifónica a grande orquesta. Desde entonces el Seminario, en este lapso, se acreditó sobre manera por sus "Veladas Líricas", hasta el punto de atraer la admiración de los mismos profesores del famoso Conservatorio de la "Ciudad Musical de Colombia".

Después de cinco años en el profesorado de Ibagué, los superiores con gran acierto, y como intuyendo aquellos grandes anhelos de apostolado "ad gentes" a que antes hicimos alusión, le pusieron en las manos el camino de las misiones campesinas y le señalaron como lote de trabajo las ardientes comarcas del Huila en la zona del Magdalena. Las parroquias de la Diócesis de Garzón evocan todavía con dejos de nostalgia aquellos tiempos maravillosos en que estos dos titanes del vicentinismo genuino y tradicional Guillermo Kerremans y Alberto Souza se hicieron sentir por su piedad y su liana e incisiva predicación en las veredas tórridas de Neiva, Campoalegre, El Hobo y Yaguará. Sin embargo, con gran pesar de su alma y perdido su dilecto amigo el portugués Souza, nuestro misionero tuvo que dar de mano a su abundosa mies opita y plegarse nuevamente al estricto y disciplinado trajín de los Seminarios con el mismo entusiasmo juvenil de 1921.

Al autor de estas líneas le cupo en suerte trabajar con él hombro a hombro a lo largo de varios años en tres Seminarios: dos veces en Garzón (1943 y 1953), una ocasión en Ibagué (1958), y otra en San Gil (1960). Cuánto aprendió de este egregio mentor de la difícil pedagogía seminarística, imposible concebirlo, menos expresarlo.

Fuerte y suave a las veces; bondadoso y exigente; nunca perdió los estribos, pero jamás claudicó. Como hombre de comunidad, fue varón de una inteligente y acendrada piedad; supo ser un subdito amoroso y abierto, y por eso llegó a ser un superior modelo. Bogotá que lo recibió en los albores de su sacerdocio en 1921, lo vio llegar de Ibagué en el doloroso ocaso de su vida en 1968, y guarda en urna de cariñoso recuerdo sus restos mortales, y el corazón de todos los misioneros de la Provincia conserva su grata memoria como la más valiosa herencia y el libro más denso de enseñanzas vicentinas. Paz a su tumba y cariño sin mengua a su remembranza indeclinable.

De los vicentinos extranjeros cuyo recuerdo ha de sernos gratísimo. Notable por su inteligencia dotada de muy fino criterio y honda visión práctica. Notable por su decidida y lograda vocación de misionero. Notable por su entrega total a la Comunidad en nuestra patria. Notable por su profundo afecto a esta tierra que hizo suya y en la que vivió su vida de sacerdote: 48 de los 76 no cumplidos al acabar su peregrinación el 2 de Noviembre de 1968. Una vez tan solo volvió a la bella, culta y próspera Holanda, donde fue su cuna; y ello porque se lo brindó la Providencia eligiéndolo diputado a la Asamblea General de 1955.

Nació el 15 de Enero de 1893 en la ciudad episcopal de Breda. Humanidades y ciencias en la Escuela Apostólica de Werntsburg. Fuese entonces, fuese en los estudios superiores, cobró cierto desamor a las ciencias naturales, y se entregó con todo su ser a la sagrada teología y sus ramas diversas: al saber propio del hombre de Dios.

El 18 de Septiembre de 1912 ingresó en el Seminario Interno en Panningen. Donde asimismo debió de pronunciar los santos votos y perfeccionó los estudios sacerdotales. En todo lo cual, como en la ordenación, 18 de Julio de 1920, tuvo de compañero al padre Matías Juan Job. Con quien, recién ungidos, tocaron playas colombianas en Barranquilla; y, subiendo el Magdalena, y por tren desde Girardot, escalaron la altiplanicie de Bogotá.

Primera colocación: en el Seminario de Ibagué. Al que, rodando los días, retornará como superior una y otra vez.
Asimismo de Garzón rector en dos ocasione:.. Primero en 1943, procedente de Santa Rosa, cuando la Comunidad volvía a la dirección del establecimiento al cabo de diez y nueve años de receso. Circunstancia que del superior de mandaba suma prudencia y tino. Y segundo, en 1953, año que el padre iba de Bogotá con la delicada misión de resolver dificultades y sosegar espíritus. Redunda declarar que una y otra vez el padre Kerremans se desempeñó airosamente. Tanto más que él había gastado los once años más floridos de su vida sacerdotal (1926-1937) en misiones por el Huila, perteneciendo a la casa de Nátaga, primeramente como cohermano, y luego como superior. Ministerios en que se había ganado la estimación y confianza plena del prelado y del clero, y el cariño entrañado de las cristiandades que evangelizaba. Trabajador incansable, misionero sencillo, que se hacía todo a todos, amoldándose a carácter y costumbres hasta llegar a ser, por voluntad y afecto, como cualquiera de los nativos.

Y aquí viene de perlas referir la amistad con la familia Rivera de Neiva. Amistad trabada con ocasión del ministerio con algún miembro de la familia. Amistad noble y digna, tan fielmente sostenida años y años. Amistad que tantos favores y servicios prodigó generosamente a la familia vicentina.

Otra casa cuyo superior en dos lapsos fue el padre Kerremans: la de Bogotá, la que presidió con firmeza y cariño, con eficacia intelectual y espiritual. Casa en que también como cohermano había desplegado sus actividades: profesor eximio, capellán de Las Mercedes tiempos que no se vislumbraba la parroquia y del asilo que denominamos Gorgonzola.

Imponderable servicio a la provincia prestó el padre Kerremans cuando en 1939, cabalmente trasladándose de Bogotá, fue a Santa Rosa con la misión trascendental de hacer de nuestra Apostólica verdadero semillero de vicentinos. Labor que cuatro años se dilató, y que, cuantos la observamos, podemos testificar qué fructuosa vino a ser.
Catedrático y profesor, principalmente de ciencias eclesiásticas, sobre manera práctico: como pocos se amoldaba a la capacidad de todo alumno.
Criterio recto y seguro. Como que intuía, ver-bigracia, quién tenía verdadera vocación... quién debía desistir...
Consejero admirable. Su juicio era siempre la expresión de la realidad... de lo que se debía hacer... de la manera como se debía hacer... de lo que se debía evitar...
Sin que mucho se trasluciera, muy virtuoso, de mucha vida interior.
A nadie contristó jamás. De todos muy querido.
Ejemplar sobresaliente de vicentino el que se ha ido a la familia del cielo.

Padre DAVID ORTIZ

Lo podemos considerar como el primer vicentino colombiano. En efecto el primer colombiano que entró en la Congregación fue Victoriano Rosero, nacido en Pasto e ingresado en el Seminario Interno (¿en París?) en 1876 y que, ordenado sacerdote, estuvo en Costa Rica y después en Popayán. Pero Rosero se retiró en 1898; diríamos que pierde así los derechos de primogenitura.

David Ortiz nació en Roldanillo (Valle) el 15 de noviembre de 1857. Hizo sus estudios humanísticos con los lazaristas en Popayán, pero cuando los Padres fueron desterrados David Ortiz hizo lo que es digno de un héroe: junto con su mamá allegó los fondos económicos necesarios y a los 19 años, en 1876, se fue a París a hacer el Seminario Interno: ahí se lo registra como ingresado el 20 de agosto de 1877; ese era su talante. El 3 de junio de 1882 fue ordenado sacerdote en Francia y regresó a la Provincia quedándose un año en Panamá hasta que recibió la indicación de regresar a Colombia a donde llegó el 14 de marzo de 1883.

Fue destinado al seminario menor de Popayán. Le correspondió preparar para la primera comunión a personajes como Guillerrmo Valencia, Alfredo Vásquez Cobo y Manuel Antonio Arboleda; por ello entendemos que el Maestro Valencia le dirigiera palabras de elogio en su discurso de 1921 y que lo invitara a su hacienda de Coconuco. De 1884 a 1904 David Ortiz ejerció su ministerio de vicentino en Ecuador, Santa Rosa de Cabal y Cali hasta que le llegó el destino que mejor lo identifica en su trayectoria misionera.

Fue el año 1905, cuando fue asignado a Tierradentro; allí permaneció 24 años en diferentes poblaciones. Trató de aprender la lengua de los paeces; siguiendo el programa de San Pablo llevó allí una vida de mucha austeridad: trabajaba físicamente; comía de lo que hubiera y dormía sobre el suelo; dicen que nunca se le oyeron quejas de que algo le faltara. Y es que por fortuna disfrutaba de excelente salud.

Un día de marzo de 1929 estaba trabajando con los indios y les increpaba su flojera en el trabajo; les dijo que vieran cómo a sus 72 años él tenía energías. Ese día comió un pescado que lo intoxicó y al siguiente, 3 de marzo, murió de la que fue la primera y única enfermedad de su vida... Ese fue David Ortiz, nuestro pionero.